Diálogo

Me dices que bajo tu cama habita un monstruo con colmillos filosos. Y que en el armario hay otro con alas de murciélago y patas de gallina. Me dices que cuando entra la luna por la ventana, ves criaturas caminar por las paredes de tu habitación. Te digo que hoy puedes dormir con la luz prendida y me quedo a tu lado mientras cierras los ojos.

Me dices que en el colegio hay una niña rara que te hala el pelo y no deja de mirarte. Me río internamente y trato de explicarte que a veces las personas hacen cosas solo porque no tienen el valor de comportarse como les gustaría. Me dices que hay un niño más grande que se porta mal contigo, que te pone el pie para que caigas cuando caminas y yo te pregunto si ya has intentado ser su amigo, preguntarle cómo son las cosas en su casa.

Me cuentas que hoy, aunque no llovió, no tuviste ganas de jugar fútbol, de correr con tus amigos, de hablar con nadie. Yo te cuento que a veces también me siento así, que no tiene que llover por fuera para que llueva adentro, aquí, en la cajita de latidos que todos tenemos. Me cuentas que a veces no sabes qué decir cuando te preguntan cosas de ti, que guardas silencio ante la insistencia, que prefieres cerrar los labios. Te cuento que no siempre hay que decirlo todo, que el silencio es importante porque nos permite escucharnos a nosotros mismos.

Me muestras que has roto tu juguete favorito por no tratarlo con cuidado y me pides llorando que te compre otro. Tengo el corazón hecho trizas, pero no puedo premiar tu imprudencia y tengo que enseñarte el valor que tienen las cosas para que aprendas, desde joven, la importancia del trabajo duro y las recompensas que conlleva una vida de esfuerzo. Me has hecho daño con el portazo, pero entiendo que es lo mejor para ti. Que a veces la labor de padre es una tarea ingrata con recompensas a largo plazo.

Hoy has llenado mi cabeza de imágenes. Me sorprende el poder de tu imaginación sin freno, esa facilidad para ver formas en las nubes. Quizás será esta habilidad la que te permita convivir con los monstruos del armario, las criaturas que crea la luna sobre las paredes y aquellas personas que no siempre te darán un abrazo. Estás creciendo y a veces ya no quieres dormir conmigo. Sin embargo, aunque no te acompañe en   las cobijas, sabes que mi sueño está sincronizado al tuyo, que no podré pegar el ojo hasta que descanses. Medio dormido, me miras sonriendo: pareces entender cuando me abrazas todas esas cosas que no te digo. Sonrío mientras vas a la cama y me pregunto qué nuevas dudas traerás mañana. Has apagado la luz y no puedo evitar que el corazón se me llene de orgullo.